Las ocho cosas que no te dijeron cuando estudiaste diseño


Todos los que nos recibimos en, o pasamos por, alguna universidad sabemos que las diferencias entre lo que se dice y piensa en sus aulas y la «realidad», dependiendo del foco de casa de estudio, suelen ser importantes.

La diseñadora Irene Fernández (@IFernandez) puso manos a la obra y se despachó con ocho cosas que no le contaron en las clases. Trataremos de ir cubriendo otras actividades en los siguientes artículos de Jomofis, pero aunque no te dediqués a este área seguramente vas a aprender algo del siguiente texto.


Lo que sigue es un semi resumen (sintetizamos algunos puntos, no todos), pero pueden encontrar el post completo en el blog de Irene:

1- Preguntas


Una habilidad que hay que desarrollar es la de hacer preguntas en la reunión con el cliente. Pensar antes de entrar qué necesitaremos saber, tener claro qué material debemos requerir como condición para comenzar el trabajo (a veces esto puede ser determinante para la demora del trabajo o bien podemos ofrecer traducciones, escaneos u otros servicios que podemos subcontratar).
Hay que escuchar y preguntar, pero también prever las posibles preguntas que nos harán en la reunión. Si es la primera vez que lo hacemos, tomar nota de todo el proceso y qué se requerirá en cada etapa puede ayudarnos.

Obviamente no vamos a preguntarle al cliente cómo hacer nuestro trabajo, de qué color lo quiere, pero sí con quiénes trabajaremos (más burocracia = más tiempo = más dinero) o con qué recursos internos podemos contar.

2- Archivos fuente


Hay decisiones que debemos tomar sobre qué entregamos y esto tendrá impacto en el presupuesto. En el caso de trabajos editoriales, por ejemplo, los archivos fuente (los archivos a partir de los cuales se generan los pdf’s) tienen un costo. No se deben entregar si no son solicitados porque implica una parte del trabajo que normalmente no se presupuesta. Por supuesto esto queda a criterio del diseñador, si los incluye o no y también depende del carácter del trabajo. A veces el trabajo es el proceso mismo.
Además al entregar las fuentes se debe documentar lo que se entrega, de manera que hay que prever un trabajo extra.
3- Pre supuestar
¿Cómo hago un presupuesto? es la tan temida pregunta, que en general se reviste de ¿Cuánto cobro por x?
La diferencia entre una y otra, es que un presupuesto implica -como lo indica el término- presuponer procesos y recursos. Eventualmente y conociendo el proceso se presupone cada vez menos, claro.
Cobrar por algo es verlo como algo estático y sobre todo, pensar solo en que el trabajo que se hará es exactamente el requerimiento del cliente. Y lo primero que tenemos que pensar es cuál es la mejor solución que podemos dar a un requerimiento x.
También con el tiempo aprendemos a negociar: Por ejemplo, cuando se baja un valor tiene que estar atado a alguna contraprestación. Podemos ajustar o reducir la cantidad de entregables. Se puede dejar pendiente una parte para más adelante. De esa manera el cliente se siente más en control de lo que gasta.

 

4- Adelantos
Siempre, pero siempre se debe cobrar un adelanto. No es negociable. El compromiso del cliente se expresa de esa manera. El nuestro es el tiempo que ponemos. Si no cobramos adelanto y a mitad de camino sucede algún imprevisto, el único que pierde es el diseñador. Y si el trabajo es urgente, con más razón, porque quienes piden celeridad no siempre lo acompañan con seriedad y nada peor que trabajar fuera de horario para luego enterarnos que ya no se necesita… y que no se va a pagar.
Y esto es un negocio, no un hobby.

5- Bocetos
No se le muestran los bocetos al cliente. La presentación debe ser contundente, los bocetos son parte del camino que nos lleva a ese resultado. Los clientes suelen confundirse si las opciones son muchas, pierden el foco y no ayuda a tomar una decisión. Mostrar el proceso demuestra inseguridad en el resultado.

6- Cómo vendernos

Además de una tarjeta, sitio web y otro material de promoción, es importante poder comunicar cuáles son nuestros valores o virtudes. Incluso las que no estén vinculadas al diseño, como por ejemplo el conocimiento de algo que puede marcar una diferencia con otro que quiera postularse para el mismo trabajo. El manejo de un idioma, la afinidad con la actividad o el tipo de negocio.

En cualquier ocasión social debemos ser capaces de vender nuestro trabajo en pocas palabras.

7- Capacitación


Al menos para web, es posible que la actualización del sitio requiera dar capacitación a alguna persona. Hay que contemplarlo en el presupuesto y eventualmente preparar una documentación que acompañe la capacitación.
8- Desacuerdos


No todo lo que propongamos se hará a nuestro gusto o según nuestro consejo. Saber argumentar y convencer es un aprendizaje lento y los criterios del cliente pueden ser distintos, hay que aceptarlo.

El título universitario solo no convence, tenemos que aprender a defender nuestra ideas de manera creíble y amable. Nadie nace sabiendo, tenemos que educar a nuestro cliente en lo que no sepa o defender las decisiones que tomamos.

Incluso a veces podemos capitalizar como experiencia esa acción que no recomendamos, para saber cómo funciona en este escenario particular o para tener más argumentos contra ella.
Si la decisión del cliente puede tener impacto económico, hay que hacérselo saber, pero sin animosidad. Cada uno tiene sus criterios y es importante el respeto mutuo.
Además -y no se lo digan a nadie- a veces los diseñadores cometemos errores, parece ser que somos mayormente humanos.
Claro que no hay una biblia y cada uno tiene el derecho de hacer lo que mejor le parezca. Cuando dudamos, lo mejor es conversarlo con colegas y para al menos, tomar la decisión a consciencia.

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Más artículos sobre diseño en Jomofis.

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